¡AY, ES QUE SOY TAN BUENO!
Durante algún tiempo, mientras he podido servir en diferentes grupos o congregaciones me encontrado con personas que son “tan buenas”, llegando al punto de querer que se les haga un homenaje vanagloriándose por todo aquello que han hecho. En un estudio anterior hablé de la importancia de vivir una fe práctica, acompañado por el texto bíblico de Santiago donde nos exhorta a entender que vivir la fe se demuestra con nuestros actos, pero esto no significa una oportunidad para considerar que la Iglesia, las personas cercanas nos deban algo. En todo caso, recordemos que solo somos administradores de la obra de Dios.
“El hombre le respondió: —La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? Ella respondió: —La serpiente me engañó, y comí”
Génesis 3:12-13 RVR95
Todos conocemos la historia de la Caída del Hombre, y como aconteció al ser sorprendidos por Dios, dentro del relato entre los autores materiales e intelectuales con Dios, caben destacar la acciones de irresponsabilidad por parte de Adán al descuidar el sacerdocio sobre Eva; ¿Qué hubiera sucedido sí Adán se acerca humilde y humillado a Dios a confesar su responsabilidad al descuidar a Eva y por esto ella tomó del Árbol del Bien y del Mal?, en vez de eso él consideró: ¡Ay, es que soy tan bueno! Que se atrevió a decir realmente la culpa fue de Eva. Pero Dios al indagar a Eva, sobre este asunto, ella no tiene mejor opción que ¡echarle la culpa a Dios! Quizás Eva también considero que ¡era buena! Que la culpa es de la creación, en este caso del Creador por haber hecho a la serpiente.
Siempre tratamos de escurrirle el bulto a los demás, considerando que las personas o circunstancias son las culpables de todo lo acontecido, pero tenemos que aprender a ser responsables y recordar el pasaje de Isaías:
“¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas ni vendadas ni suavizadas con aceite”
Isaías 1:5-6 RVR95
En el Nuevo Testamento encontramos un mal ejemplo o más bien un buen ejemplo, aquel se creía tan bueno que consideró poder pagar por el don divino del Espíritu Santo:
“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad y que había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante. A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: «Este es el gran poder de Dios.» También creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: —Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”
Hechos 8:9-10, 13, 18-19, 21-23 RVR95
Esta es la triste historia de Simón el Mago, quién por sus artes mágicas engañó a todos haciendo curaciones y sanidades, tanto es así que le gustaba las expresiones de ovación hechas por el pueblo y permitía que compararán su magia con el poder de Dios, a través de Felipe conoció el evangelio de salvación y se consideró inferior al ver que no tenía el poder del Espíritu Santo que fue otorgado a la Iglesia por medio de la imposición de manos hecha por los Apóstoles Pedro y Juan, y al considerarse que era “tan bueno” y debería de tener ese mismo poder se propuso en su corazón comprarlo, pero Pedro con un excelente don discernió su corrupta alma, confrontando su pecado le reprendió para que cambiará y así saliera de esa opresión en la que vivía.
Consideramos que todo lo que hacemos en las iglesias y por los demás, es nuestra colaboración al pastor o la propia congregación pero en realidad esto lo debemos hacer por amor a quién nos amó y entregó su vida por nosotros haciéndonos libres de la muerte y derrotando las tinieblas sin exigir nada a cambio. Pero ¿Cómo podemos pagar por la vida de Jesucristo el Hijo de Dios?
No estoy hablando quien es mejor o cual es el más pecador, pues yo mismo durante algún tiempo me he considerado “tan bueno” por hacer todo el trabajo congregacional que he realizado, pero en realidad cuando volteo a mirar todo “ese buen trabajo” me encuentro con:
“Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”
Romanos 3:12 RVR95
"Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”
Lucas 17:10 RV60
Además:
“Estamos completamente contaminados e inmundos de pecado. Todas nuestras buenas obras son como inmundos harapos. Como hojas de otoño nos decoloramos, nos marchitamos y caemos. Como viento, nos arrastran nuestros pecados”
Isaías 64:6 NBV
Esta es la verdad que nos atañe, todo lo que hagamos, por más bueno que sea, todas marchas evangelistas, reuniones de grupo, llevarle comida al hambriento físico o espiritual, vestir al desnudo en ambos aspectos, proteger al huérfano y la viuda (todos aquellos que no tienen al Padre Celestial que les proteja) todo es como una compresa usada o toalla intima para tirar, no lo digo yo, lo dice la Palabra de Dios. Por eso reconozco otra vez:
“El que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo regrese. De esto estoy seguro”
Filipenses 1:6 NBV
Recordemos que a Dios le costó la vida de su único Hijo, para que vivamos una vida plena en él, no nos vanagloriemos ante nuestros hermanos sino que con humildad y amor sirvamos todos los días, como para Cristo.
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Dios te bendiga y traiga revelación a tu vida de la Mentalidad de Cristo que ya está en ti.
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