SOMOS SACERDOTES, NOS GUSTE O NO.
No fue en vano su sacrificio por cada uno de nosotros
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;”
1 Pedro 2:9 RVR1960
En el Antiguo Testamento la función sacerdotal o levítica estaba planeada y diseñada exclusivamente para el género masculino, Cristo al acércanos nuevamente a la gracia y amor, permitió que todos los seres humanos sin importar su sexo, es decir sean hombres o mujeres desempeñáramos la función de sacerdote, ya sea porque has estudiado la Biblia o no (esto no es una actividad exclusiva de aquellos que asisten a un seminario), los hombres por antonomasia somos sacerdotes.
No importa que lo creas o no, lo aceptes o no, lo vivas o no, o que lo ignores, eres un sacerdote para anunciar las perfectas características de Cristo que nos compró por medio del derramamiento de su sangre, derrotando al adversario, al reino de las tinieblas y a la misma muerte.
La principal función de un sacerdote es ministrar, es decir: ejercer la acción de juez, proporcionar las necesidades básicas a las personas que están o no a nuestro cargo, servir, dar, es ser exactamente un representante de Dios aquí en la tierra, por lo tanto tenemos que ministrar al Señor, pero también debemos de ministrar a todos aquellos que se han puesto en nuestras manos o que han confiado para que los cuidemos, por lo tanto todos los seres humanos tenemos que ministrar también a nuestras parejas como a nuestros hijos, nuestros barrios y ciudades, hasta que llegue nuestro servicio a tocar hasta las mismas puertas de los cielos.
Tenemos que ocupar la mayor parte de nuestro tiempo para desempeñar con éxito este ministerio. A Dios no se le escapa nada, antes que él te mande a hacer algo, previamente Dios ya te ha capacitado y te ha entregado todas las herramientas necesarias para ejercer, en este caso todas las necesidades sacerdotales y como desarrollarlas, las puedes encontrar en su libro guía, la Biblia, en ella él nos da todas las directivas de aquello que necesitamos:
“Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.”
2 Timoteo 3:15-17 NBL
Pero, los seres humanos normalmente fracasan porque no quieren reconocer que tienen que cumplir en sus hogares el ministerio de sacerdotes que Dios les ha dado, dejando esta responsabilidad a los maestros de escuelas dominicales o líderes de jóvenes de las congregaciones en lo mejor de cualquiera de los casos, hablando que son familias cristianas.
¿Qué podríamos decir de aquellas familias que ni por asombro reconocen a Dios? ¿Qué podemos esperar de una sociedad que cada vez más sacan a Dios y la Biblia de sus instituciones? ¿Qué podemos decir de aquellos que no les estamos transmitiendo la verdad el Evangelio?
Realmente ¿Cuántos problemas nos evitaríamos en casa si ya hubiéramos asumido el liderazgo en la oración y el hablar acerca de Dios en nuestros hogares?.
El sacerdote de casa debe siempre orar por su esposa o por su marido, es decir cada cual debe de ejercer esta ministración en pos del otro, por sus hijos y por todo aquello que Dios le entregado.
¿Estás reconociendo que haces parte de la nación de Dios?
¿Estás representando a Dios en todos aquellos lugares donde estás?
¿Aún tienes dudas acerca de tu sacerdocio instaurado por Jesucristo en ti, para que demuestres el Cielo aquí en la tierra?
En esta enseñanza hablaré de la hombría como un estado sacerdotal en desuso que tenemos que recuperar tanto los hombres como las mujeres reconocido los errores para corregirlos. Sí te gusto este escrito y quieres leerlo completo, entra en la web y lee otros estudios allí publicados, compártelo y suscríbete:
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Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti.
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