ESTÁ MALDITA HIGUERA
Tenemos que aprender a entender
“y vio por allí una higuera. Pero cuando se acercó, no encontró ningún higo para comer. El árbol sólo tenía hojas. Entonces, Jesús le dijo: «¡Nunca volverás a dar higos!» En aquel mismo instante, el árbol se secó.”
Mateo 21:19 TLA
Hace poco comenté, acerca de los años de vida en Cristo y las diferentes experiencias que he podido vivir y aprender, por ejemplo:
Nuestra lucha no es contra carne ni sangre, esto significa, “aquel quien me hace daño en realidad no es el problema”, pues él, es manipulado por huestes de maldad, gobernadores de las tinieblas y potestades.
Otro tema aprendido, tenemos derecho de acercarnos al trono de justicia y gracia de Dios, a reclamar porque desde el principio hemos sido engañados e inducidos a hacer el mal. Desarmando así todos los alegatos del acusador.
En varias ocasiones he vivido y he tenido la oportunidad de ver personas liberadas de posesiones espirituales que ataban sus vidas y las consumían, pero siempre quise maldecir esos espíritus, pero me confrontaba con las palabras de Jesucristo, él nunca utilizó malas palabras, ni palabras llenas de despotismo para echar fuera un espíritu de estas personas. Hace unos cuantos años aprendí que también tenemos autoridad para decir. “Todo aquello que está produciendo un fruto no deseado en nosotros lo podemos sacar en el Nombre de Jesucristo; es más lo he visto secar y no producir más fruto.
Y comencé a considerar que podía utilizar palabras gruesas sin llegar al insulto para producir ese fruto seco. Pero, otra cosa que aprendí acerca de maldecir, también es decir malas palabras. Las más simples: tonto, fatuo, imbécil (literalmente persona sin báculo o bastón en la cual sustentarse) estúpido (persona bajo la influencia de un espíritu de estupor). Y las otras palabrotas que todos conocemos que no voy a utilizar en este post.
También aprendí que maldecir es crear ataduras alrededor de los nuestros sin saber o sin querer, por ejemplo yo recuerdo los sueños de grandeza y riqueza que tenía con Dios, cuando era niño, mi familia (no la estoy criticando pero debo de decirlo para que se entienda bien el ejemplo) en toda mi niñez me recalcó lo fantoche e iluso que era, que eso no era bueno y que debía de cambiar, sin saber que este es el sueño de Dios para mí, pero el adversario por medio de esos comentarios logró minar mi vida y por último acepte, pues si las personas que me aman y me cuidan dicen que esto nunca se hará realidad, debe de ser así y yo nunca llegaré a ser ese empresario de éxito que Dios me está llevando a ser, con el tiempo aprendí a romper esas ataduras y ligaduras para comenzar de nuevo con cada proyecto de mi vida.
Otro ejemplo de maldecir y ver cómo se seca algo en mi vida es: con 16 años tuve un llamamiento al ministerio por parte de Dios, desde luego que en aquel momento lo mal interpreté e hice algunas cosas en el tiempo inadecuado, pero mis líderes me dijeron que yo no tenía el ministerio, más adelante en otra congregación a pesar de dar frutos pastorales y de liderazgo, comenzaron a decirme que no tengo este don dado por Dios, (reiteró no estoy criticando pero debo de ser claro para que se entienda el ejemplo) por último me dije, será así, que no tengo la talla para ser lo que Dios dijo quien yo era, hasta que el propio Jesucristo tuvo que recordarme que él fue quien me llamó, me apartó, me santificó, y que debo de ser perseverante, luchar por las metas que tengo con él y que si no desfallezco por cierto veré los frutos de tantos años de ser fiel a él y al Reino de Dios el Padre.
Pero volviendo al pasaje deseo destacar las palabras quizás dulces o sencillas de Jesus: ¡Nunca más darás higos! No son las palabras violentas que esperas en una maldición, no son las palabras grotescas que consideramos para insultar a alguien, simplemente Jesus se acercó a un árbol, lleno de hojas, muy bonito, verde e imponente que solo tenía hojas, por eso le dijo nunca más darás frutos.
En nuestros matrimonios hemos dicho cosas como: no le amo, ojalá (palabra árabe que se escribe: O Ala, le estamos pidiendo a Dios) se muera, este matrimonio se acabó, en fin. Con nuestros hijos hemos dicho: es muy vago, es muy bruto, es negado para el estudio, es desorganizado, es sucio, es tonto, al chico le decimos que es una nenita (será así, si mis papás cada día me lo recuerdan) esta semana leí una noticia de una bebé de 4 años que le preguntaron su nombre y ella responde idiota, porque sus padres siempre la llaman así. O en nuestro trabajo, por más desagradable que sea o lo queramos, hemos dicho: que mal pagado, tantas horas, ojalá se acabe este negocio, le deseamos una enfermedad a nuestro supervisor o jefes. En nuestro negocio, lo abrimos y lo primero que decimos es: ¿Para qué abrí las puertas si no va a venir nadie? Por favor cuidemos cada una de nuestras palabras, cuidemos cada palabra que hablamos, porque cuando Dios hizo la creación, no uso sus manos, sino por lo que habló: ¡Hágase ña luz y La Luz se hizo!
Cuidemos lo que le decimos a los nuestros hijos pues somos el ejemplo que ellos ven.
Cuidemos de hablar palabras de bien, pues al que hierro mide, con hierro será medido y así procuremos la bendición para nuestra vida. Porque #hechos29laobrainconclusa es una realidad que tenemos que hacer.
¿Comprendes ahora por lo que estás pasando?
¿Ahora es un buen momento para entrar a corregir tu manera de hablar?
¿Estás santificando incluso tu expresión corporal?
En esta enseñanza hablaré acerca de nuestra manera de hablar. Sí quieres otros artículos completos, entra en la web y lee los estudios allí publicados, compártelo y suscríbete:
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Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti.
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