¡VIVIENDO MÍ SERVICIO!
Servir en la congregación, un placer gratificante.
¡Qué nadie tenga en cuenta tu condición, para prestar el servicio que haces!, algo así le mandó a decir el Apóstol Pablo por escrito a un joven Pastor llamado Timoteo. En este caso, esa condición era ser demasiado joven, para estar al frente de una Iglesia según algunos de su propia congregación. Me sorprende y me choca cuando veo en las redes sociales a niños, entre 7 y 10 años ejerciendo oficialmente un ministerio. No digo que el Espíritu de Cristo no les capacite, digo simplemente, que estos niños deberían estar jugando y quemando esta etapa. Cuando Pablo le escribió a Timoteo, muy seguramente sería una persona de unos 30 años, edad a la que se consideraba adulto, ejerciendo cargos relevantes o esto también era suficiente para pedir una herencia legalmente.
Para quienes han leído o escuchado mi testimonio, cuando tuve el llamado público a servir, sabrán que fue sobre los 16 años, pero en vez de ser apoyado, fui rechazado por el cuerpo gobernante de la congregación. Para aquellos que no me conocen, no soy de los que se quedan quieto. No permito que me den un ¡no y punto! Cuando se trata de temas en los que estoy convencido de que Dios me dijo, yo mismo voy a tirar las puertas que hagan falta (esto me ha ocasionado muchas veces problemas por no saber esperar en los tiempos de Dios). Y en esta ocasión no sería diferente. Por eso, hoy puedes estar leyendo este texto, pues sigo con ahínco, confiando en Dios y sé que él cumplirá todas sus promesas que están escritas para mí.
“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”
S. Mateo 20:25-28 RVR1960
Servir para mí es lo más gratificante que existe. Cuando puedo estar ejerciendo en una Iglesia, con gusto me levanto temprano para preparar el edificio para el culto, por ejemplo. Recuerdo cuando estaba de encargado del servicio para los Bautismos y no teníamos agua caliente directa sobre la pileta, tenía que calentar grandes ollas de agua, llevarlas hirviendo y hacer la manera para que duraran como unas 3 horas caliente, para que aquel quien se bautizaba, tuviera un agua tibia y no helada…
No puedo dejar de lado que para mí también es gratificante, tener bienes de consumo, lo ultimo en tecnología de acuerdo a mí economía. Poder ir a un restaurante los Sábados con mi familia. Ir al cine con ellos. Visitar monumentos históricos y hallazgos arqueológicos. Museos de autos, aviones, etc. Pero todo esto es nada, en comparación a, si voy caminando por una acera y observo a una persona en condición de calle y le ofrezco una mandarina, esté aceptando se la come inmediatamente y sacia su hambre. Lo mismo me pasa, cuando estoy cómodamente descansando y me llaman para que ore por una situación especifica y saber que al cabo de los días, el milagro ha ocurrido, tal como estuvimos orando en ese momento, es tan grato y pleno para mí, que no me arrepiento de hacerlo. Recibir o hacer una llamada en horas que desearía ir a la cama (por la diferencia horaria que tenemos) dar un consejo oportuno, dar una palabra de aliento, decir simplemente: “déjame orar y espera que Dios actúe”, para luego enterarme de que ese matrimonio se rescató, esa persona no se suicidó, esa familia sigue unida y con cierto descanso, económico.
Servir siempre será un placer. Dios siempre será suficiente. Nunca será demasiado lo que doy o invierto en los demás. Dios nunca ha tenido una deuda conmigo, mucho menos una congregación.
Es tan valioso servir en mi casa, mi familia, cómo en la congregación a la que asisto. Una de las maneras de demostrar mí madurez espiritual es servir con gozo a los demás sin esperar mayor recompensa que la Salvación que ya tenemos en Cristo.
A propósito, me gustaría contactar con la comunidad cristiana de Irlanda (cerca de 100 personas) que a diario leen este devocional, visitarlos, tomarnos un café y trabajar con Ustedes, seguiré enviando este mensaje para obtener respuesta vuestra.
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En esta enseñanza, hablaré acerca de mi identidad como hijo de Dios. Sí quieres otros artículos completos, entra en la web y lee los estudios allí publicados, compártelo y suscríbete:
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Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti
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