¡UN SENTIMIENTO QUE MATA, LA IRA!
No puedo negarlos, están en mí.
Cuando comencé mí andar en los caminos de Cristo, a través de la Iglesia, lamentablemente me inculcaron y puedo decir que me enseñaron mal, acerca de los sentimientos. En aquella congregación se dice que a Dios no se le puede adorar por sentimientos y que mis expresiones de júbilo delante de nuestro Dios, no pueden depender de mis sentimientos, sino que debo actuar, con la sobriedad y el decoro que demanda estar delante de nuestro Dios. Contrario a ello, después de 3 décadas de vivir a Cristo, me encuentro que mis sentimientos aún siguen aquí, no puedo negarlos, están gracias a Dios, aún dentro de mí. Comprendo que alabarlo a él, nunca dependerán de mí estado de ánimo o sí siento alabarlo o no, simplemente lo voy a hacer. En mí, aún existen los sentimientos, algunos son buenos y producen bendición, tanto a nivel personal como para todos aquellos que me rodean. Sin embargo, también hay en mí, sentimientos que son un completo lastre, convirtiéndose en una loza tan pesada, que pasan a producir en mí y aquellos que están conmigo, una completa maldición. Y uno de ellos es la ira.
Y el Apóstol Santiago nos da una férrea enseñanza ve contra de este sentimiento:
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”
Santiago 1:19-20 RVR1960
Quizá, está versión, sea más explicativa:
“Mis queridos hermanos, pongan atención a esto que les voy a decir: todos deben estar siempre dispuestos a escuchar a los demás, pero no dispuestos a enojarse y hablar mucho. Porque la gente violenta no puede hacer lo que Dios quiere.”
Santiago 1:19-20 TLA
La ira, ha llevado a la destrucción de familias enteras. Por la ira, iglesias se han dividido. Este sentimiento está y seguirá estando en nosotros y en medio de nosotros.
¿Qué pasa entonces con los sentimientos? El problema surge, cuando alguno de estos sentimientos, como los menciona Pablo: “Abandonen todo tipo de amargura, enojo, ira, abuso verbal e insultos, así como toda forma de maldad.” En Efesios 4:31 VBL, nos gobiernan, es decir, nos hacen tomar decisiones y hacer acciones erráticas y malignas, en contra de los demás, por ende, en contra mía. No puedo negarlos, mucho menos, puedo ocultarlos. Están ahí, pero debo de actuar en consecuencia a lo que nos han enseñado:
“destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo,”
2 Corintios 10:5 LBLA
Llevemos todos estos sentimientos a los píes de Jesucristo y que la Mente de Cristo que ya está en nosotros…¡Nos dirija!
Pensemos en Caín y Abel, los celos y la envidia, llevaron a Caín a matar a su hermano, ¿por qué? Porque se llenó de ira, la cual lo hizo actuar fuera de lo que Dios quiere, asesinando a un ser amado y querido.
Los sentimientos como la ira, el enojo, el enfado, producen en nosotros una barrera, especulación o razonamiento de defensa. Con ello pretendemos poner limites a una situación, porque consideramos que están afectándonos y muy probablemente están violando nuestra vulnerabilidad. Y bajo está actitud, tomamos decisiones equivocadas. Hacemos acciones contraproducentes y en muchas ocasiones con consecuencias terribles de larga durabilidad. Cuando permitimos que estos sentimientos nos gobiernen, no permitimos que los propósitos de nuestro Dios sean usados para alcanzar y servir a más personas.
Hay dos conceptos que erramos, pues consideramos que nosotros podemos utilizar la Ira Santa de Dios como argumento para destruir, pero se nos olvida, que Dios utiliza Su ira, para traer justicia. Este es el segundo error, considerar que la justicia humana, se acerca a la justicia divina. Les garantizó que nada tiene que ver, la insensata comparación que solemos hacer entre la justicia humana y la divina. Y no somos quienes, para siquiera sugerir, el uso de la ira divina, ni pedirle a Dios, que utilice Su ira en contra de alguien, porque estaríamos desafiando a Dios.
No permitamos que la ira, el enojo y el enfado nos gobiernen, en todo caso, utilicemos estos sentimientos, en contra del pecado y del reino de las tinieblas, haciendo justicia social, dando de comer al hambriento, cubriendo al desnudo, protegiendo a la viuda y al huérfano, tanto así como en lo físico como en espiritual, ya que en ambos casos, es aplicable.
Jesucristo por medio de Pablo dijo: no se oculte el sol bajo vuestro enojo, es un sentimiento que va a estar allí, no lo podemos negar, mucho menos dejar de manifestar, pero si podemos ponerle un “stop” no permitiendo que nos gobierne, porque es un sentimiento que mata.
A propósito, bajo mi necesidad de servir a las iglesias, me gustaría contactar personalmente contigo y la comunidad cristiana que a diario leen este devocional, visitarlos, tomarnos un café y trabajar con Ustedes, seguiré enviando este mensaje para obtener respuesta vuestra. Tienen todos mis contactos en la parte inferior de este mismo.
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En esta enseñanza, hablaré acerca de mi identidad como hijo de Dios. Sí quieres otros artículos completos, entra en la web y lee los estudios allí publicados, compártelo y suscríbete:
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Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti
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