UNA BUENA BALANZA
¿Quieres ponerte en mi lugar?
ES muy curioso cuando exigimos justicia y no estamos
dispuestos a hacerla contra los demás. Una buena manera de tratar de aprender a
ver lo que están pasando los demás, es recrear las mismas circunstancias que ellos
viven, pero en nuestros zapatos: el pueblo de Israel cada año debía salir a habitar
en medio del campo en una fiesta que se llamaba Las Enramadas. Con esto, recordaban
como Dios les proveyó y de que lugar habían salido, así las nuevas generaciones
sabían por lo que habían pasados sus antepasados.
Dios conoce el corazón
del ser humano y la tendencia que tenemos para equivocarnos, por ello, permanentemente
Dios nos recuerda quienes somos, de donde hemos salido y a donde llegaremos, si
seguimos con las mismas acciones erráticas en las que vivimos y que no nos
dejan avanzar por el buen camino.
“Así dice el SEÑOR: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la
carne su fortaleza, y del SEÑOR se aparta su corazón. Será como arbusto en el
yermo y no verá el bien cuando venga; habitará en pedregales en el desierto,
tierra salada y sin habitantes”
Jeremías 17. 5, 6 LBLA
Nuestra tendencia será: preferir nuestros propios pensamientos, en vez de,
buscar la voluntad de Dios. Este versículo, bien podríamos leerlo de una manera
tradicional, la cual nos dice que no debemos depositar nuestra confianza en el
ser humano, pero, si no confiamos en los demás ¿qué difícil es la vida? Confiamos
en nuestras parejas, en nuestros hijos, papás, por lo tanto, este tipo de predicaciones,
pronto quedan sin fundamentación, pero cuando hacemos la segunda lectura, la
cual es poner nuestra confianza solo en nosotros y en lo que hacemos, sin darle
el espacio que Dios se merece, haciendo de nuestros propios conceptos como
argumentos de vida, viviremos tal como lo dice Dios: en lugares secos e imposibles
de vivir.
“Bendito es el hombre que confía en el SEÑOR, cuya confianza es el SEÑOR. Será
como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la
corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año
de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto”
Jeremías 17. 7,8 LBLA
Sin embargo, todo aquel, quién depositando su confianza o fe en Dios, hace todas
sus labores diarias. La fe es transpirada y vivida. Cualquier otra manifestación
de fe o de esperanza, es elucubrar. Por ello, todos los días nos levantamos
porque sabemos que Dios nos dio la seguridad de vivir una noche confiada, pues,
hemos pagado la renta y los servicios. Nos subimos al auto para ir al trabajo, ya
que tenemos fe en que Dios cuida de nosotros y por haber hecho el mantenimiento
requerido al vehículo y así…un larguísimo etcétera.
Mantener la confianza en el hombre va más allá de lo que creemos, pero que no
sea para tanto, que nos creamos superiores a Dios, tanto que ni necesitemos de
él.
UNA BUENA BALANZA
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