LOS DESPRECIADOS
Ella no ha dejado de
hacerlo.
LOS ojos de los seres humanos
están llenos de envidia y creyendo traer justicia, en realidad traemos desesperanza
y zozobra. Esto no es nuevo, desde el mismo Génesis y con la historia de Caín y
Abel, tuvimos la antesala de las desgracias por este estilo a la humanidad. Si leemos
los antiguos escritos orientales que datan sobre el 6000 AC, encontraremos las
mismas historias, pero si leyéramos las historias con las que se forjaron los
grandes imperios, desde luego que, el patrón se repite una y otra vez.
“Uno de los fariseos
rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se
sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber
que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro
con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con
lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los
ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo
para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que
le toca, que es pecadora”
Lucas 7. 36-39 RV60
Una buena acción ha
sido envidiada y mal juzgada, esta desdichada mujer, estaba buscando su futuro,
esperando que aquel Mesías le proporcionara todo aquello que ella estaba necesitando.
Los despreciados por la sociedad, sin importar del entorno que estemos hablando,
eclesial, laboral o sociocultural, siempre están deseando encontrarse con Dios
para rendir su vida por completo a él, dando cumplimiento a las promesas divinas.
“Y vuelto a la mujer,
dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis
pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus
cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar
mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis
pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó
mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama”
Lucas 7. 44-47 RV60
No tengo un
testimonio tremendo de una vida anterior de drogas y alcohol, pero todo lo que
Jesucristo hizo en mí, es suficiente para entregarle mi vida entera, limpiar
sus pies con mis lagrimas en adoración y con canticos de alabanza, secarlo. Pero,
por más mínimo que sea nuestro milagro de salvación, siempre será extraordinario,
tanto como para considerar que solo debemos vivir por la extensión del reino de
Cristo, predicando a tiempo y fuera de tiempo, porque todos somos unos despreciados
al final por un sistema (espiritual) que solo busca vernos arder en los infiernos.
LOS DESPRECIADOS
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