AL ACECHO
Miles de testigos nos observan.
HABLAR de evangelizar, es decir: vamos a llevar las Buenas
Nuevas de salvación a todo aquel que este buscando y deseando vivir la plenitud
de su existencia. Esta preciosa labor no es exclusiva de ciertos líderes entre
comillas, como el evangelista, el misionero o el pastor, Jesucristo nos encargó
esta acción a todos aquellos que, confiando en él, hemos creído en su gracia,
amor y misericordia, por ello, necesitamos trasmitirlo a los demás.
“Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca
una mano”
Marcos 3.1 RV60
En el breve espacio de tiempo que nos cuenta el
Evangelio de Marcos sobre la vida de Jesucristo, nos muestra la pasión y deseo
que él tenía por enseñar el reino de los cielos a todo el mundo. Lo hizo en los
templos, también fue a las casas ya fuera invitado o que él provocara la invitación
como el caso de Zaqueo. Lo hizo en el mar, sobre la barca de Pedro. Lo hizo en
el campo y dio por ejemplo el Sermón del Monte. Enseñó a amigos, a enemigos, como
cuando fue a Samaria y predicó a María. Condujo a un loco de la calle a volver a
sus cabales y recuperar la dignidad, porque le enseñó el reino del Padre
Celestial cuando fue a Decápolis, en fin…la historia es muy larga, Cristo
siempre estuvo en pos de la extensión de Su reino.
“Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder
acusarle”
Marcos 3.2 RV60
Ahora bien, Jesús de Nazareth era consciente
del sistema perverso que lo acechaba, no estoy hablando del ser humano, sino el
reino de las tinieblas y el adversario, los cuales operan en contra de todos
aquellos que estamos trasmitiendo las verdades del Evangelio. Sí Jesucristo sufrió
estos ataques ¿por qué nosotros no los hemos de padecer también? Desde luego
que sí. Vamos a vivir el enviste casi a diario. Recordemos que estamos en medio
de una guerra espiritual a muerte, la vida eterna es la que esta en juego. Solo
Cristo, nuestro lugar de reposo y seguro, nos dará la confianza y tranquilidad
de saber que estamos viviendo ya en la eternidad, aquí en la tierra. Por eso,
glorificamos al Padre, exaltamos al Hijo Jesucristo, proclamamos al Espíritu
Santo y somos guiados por él, porque la Trinidad es la representación humana
entendible del Creador, el único Dios.
Estemos pues, confiados y tranquilos, el
adversario y su reino está al acecho, sí, pero Jesucristo lo derrotó en la Cruz
y en Su resurrección.
AL ACECHO
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