UN CORAZÓN ENDURECIDO
¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
¿CÓMO podemos distinguir que tenemos un duro corazón?
¿Cómo sabremos que somos unos buenos discípulos? ¿Cómo reconoceremos que
estamos siguiendo las enseñanzas que nos dan? Y una de las posibles respuestas
es: por sus frutos los conocerán. Cuando una persona decide sinceramente
acercarse a los pies de Cristo, su vida cambia totalmente. Esa expresión que
dice: “le lavaron el cerebro” se hace realidad en nuestras vidas, pues, hasta
el caminar debería cambiarnos como en la ocasión en la que Jacob peleó contra
Dios, lo vio cara a cara y quedo cojo para toda la vida. Por eso, cuando un
supuesto cristiano dice: “yo soy así y así moriré”, podemos tener casi la
certeza de creer que esta persona, jamás ha conocido a Cristo.
“Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido
vuestro corazón?”
Marcos 8. 17 RV60
Se dice que eran cerca de
quinientos los discípulos de Cristo. Evidentemente los más cercanos son los
doce que nos hablan los relatos testamentarios. Analicemos, si a los doce les
costó aprender del Maestro, ¿Cuánto más les tuvo que haber sido incomprensibles
sus enseñanzas para aquellos no tan cercanos a él? Nosotros que somos sus discípulos
y no cultivamos una relación estrecha con él, ¿Cuánto más nos costará entender
todas sus enseñanzas? El reino de los cielos es sacrificio y entrega. El reino
de Cristo se experimenta y se vive, el resto son falacias doctrinales y dogmáticas.
El reino de Dios se demuestra en todos nuestros actos y acciones, pues vivimos
con la Mente de Cristo.
“¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no
oís? ¿Y no recordáis?”
Marcos 8. 18 RV60
25920 horas fue el tiempo mínimo
invertido hasta este momento por parte de Jesucristo hacia sus discípulos. Tres
años es mucho tiempo invertidos en una persona. Si Cristo fue duro en su
respuesta hacia los discípulos por ser olvidadizos, ¿Cómo tendría que tratarnos
él a nosotros? Hay un momento en nuestras vidas que tenemos que tomar determinaciones
y luchar por ellas. Esas determinaciones nos llevarán alcanzar nuestros
objetivos, propósitos, destinos y sueños divinos. Vivamos la extensión del
reino de los cielos de la misma manera apasionada y ferviente que lo vivió Jesús
de Nazareth nuestra máxima meta, la estatura perfecta de cualquier ser humano.
Dios te bendiga.
UN CORAZÓN ENDURECIDO
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