LOS ENVIADOS
El arte de ser siervo es un don celestial que
se ha de cultivar.
DECIR heme aquí envíame a
mi es muy fácil, pero todo lo que incorpora esa decisión es lo que no alcanzamos
a dimensionar. Cuando comenzamos a caminar o vivir un estilo de vida cristiana,
humanamente nos llenamos de emoción y decimos tanto en lo privado como en público,
promesas y deseos por tratar de devolver parte de lo que Dios nos ha dado. Esto
lo hacemos para que otros también conozcan del amor de Dios que ya nosotros estamos
viviendo. Servir a Dios a través de la iglesia y de otras instituciones es la
mejor manera y la perfecta ocasión para demostrar el poder del Espíritu Santo en
nosotros. Pero, cuando le decimos a Dios: “heme aquí envíame a mí” ¿estamos
dispuestos a empezar por limpiar los baños si hace falta? ¿consideramos el
lavar los pies a los trabajadores tal como lo hizo Cristo con cada uno de sus
discípulos?
“Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al
monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos,”
Marcos 11. 1 RV60
Cuando somos enviados por Cristo, tenemos que estar
dispuestos a someternos a su autoridad y sin divagar acatar lo que él nos pide
para la extensión del reino de los cielos. Por ejemplo salir a repartir comida a
las personas en condición de calle. Posiblemente Dios nos pida que salgamos a
cortarles el pelo a estas mismas personas, como nos puede decir que aunque
seamos los gerentes, barramos para ayudarle al personal de limpieza porque por
fuerzas externas, una de estas personas está tan deprimida que no puede ni con
su vida.
“y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de
vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual
ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.”
Marcos 11. 2 RV60
El Rey de reyes no necesitó de un majestuoso
corcel para entrar triunfante a Jerusalén. El Creador del cielo y de la tierra
tocó al leproso, a la enferma y los dignificó recuperando su estado de salud y restaurándoles
como ciudadanos de pleno derecho. El dador de vida no tuvo ningún inconveniente
de tratar con una mujer con dificultades en sus seis matrimonios anteriores, la
levantó y le dio a conocer el amor del Padre la cual la liberó de las ataduras
que la tenían ligada a un estilo de vida contraproducente para ella. Entonces, nosotros
como hijos de Dios y como enviados suyos, ¿qué estamos dispuestos a hacer y hasta
dónde vamos a acatar las órdenes del Espíritu de Dios?
Dios te bendiga.
LOS ENVIADOS
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