SIN RESPUESTA
Nos esforzamos tanto simplemente porque no
sabemos escuchar la voz de Dios.
LA vida es muy corta y muy sencilla, pero somos
nosotros quienes la complicamos. Por ejemplo: ¿Quién nos mandó a tener el
trabajo que tenemos hoy? ¿Le preguntamos a Dios y escuchamos su respuesta para
estar en la iglesia a la que actualmente pertenecemos? Sin querer meter el dedo
en la herida, pero ¿sinceramente la pareja que tenemos fue la ayuda ideal que
Dios nos dio? Y así podríamos reflexionar acerca de todo lo que nos rodea en la
vida. En muchos casos, nos encontraremos que las respuestas nos afirmarán y
otras nos harán replantear nuestro estilo de vida y reconducir todo aquello que
creyendo que hacíamos caso a Dios, en realidad hicimos los que se nos dio la
gana y así, no llegamos a estar alineados realmente con el cielo. Somos seres
humanos y hace parte de nuestra humanidad equivocarnos, si a esto le sumamos
que dentro de nuestro parecer consideramos que nuestros pensamientos y deseos
son los mismos que Dios, vamos por mal camino. ¿Cuántas veces hemos comenzado
una actividad en la iglesia sin tener en cuenta a Dios? Y, como consecuencia
llegamos a considerar que Dios ha de respaldar dicha actividad, pero
sinceramente, ¿Dios tendría que soportarnos en todo aquello que hacemos
siguiendo nuestra propia voluntad y no la de Dios?
“Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.”
Marcos 14. 39 RV60
Jesucristo está en uno de los momentos más decisivos de su vida. Está
angustiado, deprimido y con el alma en las manos, clama a Dios el Padre que sí
es posible pase de él ese mal momento, aunque sabe que no será posible. Solo le
queda confiar en que sus discípulos estén dando la talla en aquello que les
encomendó: la oración y el ayuno por lo menos una hora más. Pero la triste
realidad con la que se va encontrar es muy diferente a lo que se estaba
esperando.
“Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban
cargados de sueño; y no sabían qué responderle.”
Marcos 14. 40 RV60
Y es así, en la vida nos vamos a encontrar con hechos realizados los cuales
no sabremos que responder. Por ejemplo: si el límite de velocidad es 120 km/h,
¿para qué vamos a 150? Si Dios no nos llamó a aconsejar, ¿por qué estamos
aconsejando más cuando ni nos han pedido dicho consejo? Es más, si Dios no nos
ha llamado ser pastores sino evangelizadores, ¿entonces por qué estamos
gastando dones que no nos pertenecen? Ahora bien, lo mejor será que aquello que
nos dio Dios, comencemos a trabajar en ello, son excelencia. Dejemos guiar por
el Espíritu Santo, porque él pone el querer como el hacer y dejemos que la
Mente de Cristo nos guie e instruya, así muy seguramente, Jesucristo nos
encontrará velando y orando por más cansados y agotados que estemos.
Dios te bendiga.
SIN RESPUESTA
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